¿Un México desarrollado es posible?

MDI. Raul Miranda Pasquel

Rector de Grupo CUAM

 En nuestro mundo contemporáneo, el conocimiento y la tecnología que se generan exponencialmente cada día, reestructuran nuestra vida, recomponen nuestra forma de entender la realidad y también cambian nuestros sueños y forma de socializar. Nuevas tendencias emergen y otras tradiciones de décadas desaparecen con rapidez. Si bien, la información detallada en imágenes nos llega simultáneamente a todos, la Era Post COVID ha reconfigurado la geopolítica global, reubicando las expectativas sociales de futuro y profundizando los contrastes socioculturales, polarizando perspectivas.

¿Cómo construimos en este escenario un México desarrollado que unifique una idea de futuro común y que además reconfigure nuestra sociedad, disminuyendo drásticamente los niveles de violencia para generar prosperidad general?

La respuesta para este México moderno y de progreso social es desafiante al considerar que al final de 2022, existen 12 millones de mexicanos en pobreza extrema y 58.1 millones de nacionales en estado de pobreza según la CEPAL. Aun así, la estrategia se asienta esencialmente en dos vertientes prioritarias: forzar un sólido Estado de Derecho en donde las leyes se hagan valer a toda costa y sin excepción, generando así certeza plena y sentido de protección para todo ciudadano, lo cual tiene un alto costo político pero igualmente una pronta efectividad, modificando la expectativa general de futuro y desalentando con ello la migración, para fundamentar una cultura de paz que inspire certeza.

Como segunda prioridad nacional, sin duda es una Educación de Calidad, especialmente la pública como deberá serlo la privada, alineadas con las principales tendencias productivas a nivel mundial, que prepararen a los aprendices, para el mundo en que van a vivir y no en el que vivieron generaciones anteriores. Tal como afirmaba el estadista Nelson Mandela, “la educación es el gran motor del desarrollo personal” pues es la forma en que “la hija de un campesino puede llegar a ser médico, el hijo de un minero puede llegar a ser jefe de mina y que el descendiente de labriegos puede llegar a ser presidente de una gran Nación”. Es decir, es el factor más importante de superación personal y movilidad social, que garantiza prosperidad general en el largo plazo con una generación continua de empleos bien pagados, que impulse una mejora en la calidad de vida, impulse el consumo de las familias y con ello, un incremento en la inversión productiva privada que, por ende, detone el crecimiento económico nacional.

Para lograr lo anterior, el énfasis debe ponerse en la educación pública, pues por su impacto en el volumen de la población, es ésta la gran propulsora de progreso social, ya que la privada deberá ser competitiva para subsistir. Es la educación pública, la que debe pasar de un modelo histórico repetitivo a centrarse en el aprendizaje bilingüe de ciencias, nuevas tecnologías, principios de ingeniería y robótica, arte y matemáticas (STEAM), priorizando el pensamiento crítico, la creatividad, el trabajo colaborativo; la comunicación, tanto oral como escrita, así como el emprendimiento, para motivar la investigación como modelo de aprendizaje, a fin de contrarrestar el cambio climático y resolver con innovación los desafíos del nuevo mundo, en que estos aprendices van a vivir.

 

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